viernes, 2 de abril de 2010

Navegando en los oceanos de la mente


El cielo está inyectado de un rojo intenso, que incluso siento en mi piel. No hay luna ni sol, solo nubes con formas variadas que contrastan con la rojez infinita. Sobrevuelo este extenso mundo atento a cualquier peculiaridad a mi paso, de la mano de una bella mujer de cabello oscuro e increíblemente largo. Su pelo forma una estela a nuestro paso de un suave aroma a libertad. Un río de colores, carente de agua pero con peces que vuelan es lo que veo ahora. En este mundo inverosímil soy totalmente libre. Nada de esto existe, pero a la vez cualquier cosa que preguntes a tu imaginación es posible. Mi subconsciente se encuentra alejado del mundo real, del cual sus tinieblas hacen que me evada de él; así es como, con el billete a nuevos mundos en la mano, me dejo llevar por el silencioso mundo de los sueños. No conozco lo que veo, pero tengo la extraña sensación de que todo me resulta familiar. Probablemente no seré capaz de recordar mi vivencia en los océanos de mi mente, por lo que procuro aprovechar, con tacañería quizás, la mas mínima porción de tiempo en mi aventura. Al mirar a mi lado, la bonita muchacha se ha convertido en una oscura libélula que conjunta con la inmensa cabellera de su antecesora, y, sin interrumpir el vuelo, me arrastra por un túnel hacia el mundo real.